Pensaba que hacía siglos de esto, y solo son cuatro (largos, turbulentos, cortos, nefastos y hermosos) años. Yo llevaba un año y medio escribiendo en C´mon Murcia y mi colega Perico me pasó a esta gente. Me dijo que el payo parecía que se iba a dormir antes de que acabara la canción, pero que estaban guapísimos. Y lo estaban. Fue mi primera entrevista. Yo era un grumete (más grumete, quiero decir) que creía que sabía de todo -ojo a eso de afirmar categoricamente que Limbo Starr era el sello independiente más importante de por aquí- y no entendía por qué a muchos conciertos molones no van más de 20 personas. ¿Ellos? Seguramente ya fueran la mejor banda del mundo.
En cuanto supe que Él mató a un policía motorizado tocaría en Murcia, le pedí a Sergio que me consiguiera una entrevista con ellos. Se podría decir que le rogué que me consiguiera una entrevista con ellos. Él llevaba casi un año gestionando pases de prensa y entrevistas para C’mon. No es un experto, pero había tratado con gente. Y echaba pestes. Tío, las promotoras grandes pasan de nosotros. Y hay mucho lameculos, me contaba. A los pocos días le pregunté si sabía algo del tema. Me contestó, casi emocionado: Me han dicho que lo que queramos. Que ok, que de puta madre. Muy majos, tío. Me han dado hasta el número del cantante.
Llegamos a la sala 12&Medio a la hora que nos habían dicho, 19:30. La puerta está cerrada. En la puerta encontramos a varios tipos con instrumentos. Luego supimos que eran La maniobra de Q, teloneros. A los 10 minutos nos abren la puerta. Entramos. Él mató a un policía motorizado están haciendo la prueba de sonido. Son casi las ocho. A las nueve empieza el concierto. Pepe, dueño de la sala, nos dice que igual no da tiempo: hay que hacer dos entrevistas y un acústico en menos de una hora. Cada dos minutos miro el reloj. Sobre el escenario, el tiempo es otro. Santiago Motorizado, Pantro Puto, Niño Elefante, Chatrán Chatrán y Doctora Muerte tocan sin parar. Suben, modulan, bajan. Cuando Santiago ajusta su bajo, se sienta. Niño Elefante está probando su guitarra, pero Santiago no deja de acariciar el bajo. No para en toda la prueba de sonido. Me calmo. Si no da tiempo, que le den a la entrevista. He escuchado que las pruebas de sonido son un coñazo, que son lo peor de estar en una banda. Este no parece el caso. Estos músicos disfrutan de cada sonido que sale de sus dedos. Disfrutan limpiando guitarras, bajando amplificadores, ajustando micrófonos. Termina la prueba de sonido. Bajan del escenario. El primero en saludar a todo el mundo es Gustavo Monsalvo(Niño Elefante). A todo el mundo.
Suben a la segunda planta. Pepe nos dice que van a hacer la primera entrevista y que en un rato hacen el acústico y la entrevista con nosotros. Al rato bajan. Salen a la calle. Se apoyan en su furgoneta, situada enfrente de la sala. El acústico lo grabará la gente de Audiovisuart y May, que ha venido como apoyo. Están preparando las cámaras y buscando un sitio. Monsalvo, Manuel Sánchez(Pantro Puto), Agustín Spassoff (Chatrán Chatrán), Willy Ruiz (Doctora Muerte), Lucas Rossetto (técnico de sonido) y alguien que les acompaña y que suponemos les hará de roadie y guardaespaldas, hablan de a qué hora juega River Plate, de si les dará tiempo ver aunque sea un trozo de la segunda parte, de que en España hay un canal que da toda la liga argentina y de cómo quedó Boca anoche.
Santiago acaba de salir. Son las ocho y media. Les decimos que primero el acústico, por el tema de la luz, y después la entrevista. ¡Dale, dale! Exclaman mientras sonríen. Por momentos parece que a ellos les va más en hacer esto que a nosotros. Queda poca luz, así que cruzamos la calle y vamos a una gasolinera. En la parte trasera hay un rincón que no llega ser íntimo, pero que tiene una farola y una pared blanca al fondo. Santiago y Agustín tocan Yoni B en acústico. Willy también ha venido. Enciende un cigarro y se da cuenta de que estamos en una gasolinera. Se esconde detrás de un poste. Después llega Manuel.
El acústico ha terminado. Son las nueve menos cuarto. Tengo poco tiempo para hacer una entrevista. Alguien dice que tienen que ducharse y cenar. Lo capto.
Pero a Santiago le da igual. Le pregunto qué tal les fue en Francia, con un público no hispanohablante, y me suelta una parrafada de un minuto. Esto promete. Cerca de Santiago, uno nota cómo las ideas le vienen a la cabeza. Sonríe y las convierte en palabras. Me cuenta que en Marsella vivieron una noche mágica: “Había unos polacos, que eran medio punk, haciendo pogo. Por otro lado había modelos francesas bailando con look Coco Chanel. Fue una mezcla rara. Son aventuras, puede pasar cualquier cosa.” Medita y a los pocos segundos dice: “Nos esperamos nada, solamente viajar, tocar…”
No esperamos nada, solamente viajar y tocar. Santiago lo dice con una sonrisa resignada. Pero la frase tiene la fuerza de un mantra budista. Uno imagina que antes de bajar de la furgoneta todos gritan: ¡No esperamos nada, solamente viajar y tocar!, ¡no esperamos nada, solamente viajar y tocar!

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